Siempre que pienso en la navidad en mi casa, me viene a la mente la imagen de mi madre haciendo el mazapán. Siempre hace grandes cantidades para regalar a todos los miembros de la familia, que cada año lo esperan con ansia. Esto lleva siendo así desde que tengo uso de razón y por eso fue una de las primeras recetas que quise aprender cuando me independicé.
Si no sois muy amigos del mazapán industrial, os recomiendo que le deis una oportunidad a este porque cualquier parecido es pura casualidad. Os aseguro que merece la pena.
¿Qué necesito?
500 grs. de almendra molida
600 grs. de azúcar
4 claras de huevo
Ralladura de medio limón
1 huevo y 1 clara
¿Cómo lo hago?
Primero, molemos el azúcar en un molinillo. Este paso no es obligatorio pero si lo hacéis así, os resultará más fácil amasarlo y la textura final será mucho más delicada.
Después, echamos la almendra molida, el azúcar y la ralladura del limón en un bol grande y revolvemos bien para mezclar los ingredientes.
Por último, poco a poco, vamos añadiendo las claras de huevo y amasando para incorporarlas bien. Este proceso es mejor empezarlo en el bol y acabarlo en una superficie enharinada.
Cuando hayamos mezclado las claras con los ingredientes secos, nos quedará una masa contundente pero húmeda.
Dividimos esta masa en dos y con las manos enharinadas, le damos la forma que queramos (nosotros hemos hecho unos panes pero también podéis hacer pequeños bollitos, figuritas o una serpiente, por ejemplo).
Dejamos reposar el mazapán durante toda la noche tapado con un paño.
Pasado este tiempo, vamos a hornearlo.
Precalentamos el horno a 200º.
Ponemos los panes en la bandeja del horno, cubierta con papel de hornear y les hacemos unos cortes superficiales con un cuchillo. Batimos el huevo más una clara y barnizamos los panes.
Metemos la bandeja en la parte superior del horno, bajamos la temperatura a 175º y lo cocemos hasta que esté dorado (unos 30 minutos).
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