Sardinillas ahogadas

Sardinillas ahogadas




Como decíamos ayer... así empezaba Fray Luis de León su primera clase en la universidad después de una larga estancia en la cárcel  y, con su permiso, así voy a empezar yo esta entrada después de un montón de tiempo sin actualizar el blog. No creáis que lo había abandonado, pero, pandemias aparte, a veces no eres capaz de abarcar todo lo que quisieras y hay que soltar lastre para seguir adelante. Pero solo soltarlo, no darlo por perdido.
Así que estoy de vuelta, quizá no pueda añadir recetas nuevas todo lo a menudo que me gustaría, pero lo intentaré, creedme.
La receta que he preparado, de nombre un poco gore, la hace mi madre desde que tengo uso de razón. Y muy a menudo, era la comida en un día como el de hoy, viernes santo, en el que ella nunca prepara carne. Como se podía dejar hecho la víspera, eso nos permitía ir a ver las procesiones de la mañana (los que vivís en un pueblo o ciudad en la que la Semana Santa sea importante, lo entenderéis).
Este año he sido yo la que ha tomado el relevo con la receta y os la dejo para que la probéis. Y si os animáis, estoy segura de que repetiréis.

¿Qué necesito?

1 kg de sardinillas (cuanto más pequeñas, mejor)
6 tomates no muy verdes 
1 cebolla grande 
1 diente de ajo 
Aceite de oliva virgen 
1 rama de perejil 

¿Cómo lo hago?

Lo primero que debemos hacer es limpiar el pescado. En la pescadería normalmente os lo limpian y, aunque os cobren por hacerlo, merece la pena, la verdad.
De todas formas, las sardinillas son muy fáciles de limpiar, aunque hay que ser cuidadosos porque el pescado pequeño es muy delicado. Para dejarlas listas, debemos arrancarles la cabeza, mejor con la mano. Normalmente con la cabeza ya sale la tripa. Después con la ayuda de una tijera o cuchillo fino, abrimos la barriga y con el dedo, profundizamos un poco más para quitar la espina (también con la mano, tirando de ella desde la cabeza hacia la cola) y limpiarlas bien. Si las sardinillas son muy pequeñas, no hace falta quitar la espina ya que es tan blandita que se puede comer sin problema (como en el caso de las sardinillas enlatadas). Una vez el pescado esté limpio, lo reservamos.



Ahora prepararemos los tomates. Lo que debemos hacer es pelarlos para que la salsa sea más fina. La forma más sencilla de hacerlo es escaldarlos. Es decir, los metemos en abundante agua hirviendo y los dejamos dentro hasta que la piel se abra (unos 2 minutos). En ese momento los sacamos y esperamos a que se enfríen un poco.



Mientras se enfrían, picamos el ajo muy finito y la cebolla como si fuera para tortilla. En una cazuela con un fondito de aceite de oliva virgen pochamos las verduras. No queremos que se frían, solo que se ablanden.
Aprovechamos mientras se hace la cebolla, pelamos los tomates y los cortamos en cubitos. También picamos muy finito el perejil.
Cuando la cebolla esté transparente, añadimos el tomate, el perejil y sal al gusto. Tapamos y dejamos cocer durante unos 15 minutos a fuego medio.



Pasado ese tiempo, comprobamos que haya suficiente líquido (si no es así, añadimos un poco de agua o caldo de pescado), colocamos las sardinillas encima del tomate y tapamos. Dejamos cocer durante unos 10-15 minutos (dependiendo del tamaño del pescado) con la olla tapada y a fuego bajo.



Mientras se hace el pescado, podemos aprovechar para preparar algún acompañamiento. Yo os aconsejo unas patatas cocidas.
Y eso es todo, ya tenemos un plato sano y sabroso y por último, pero no por ello menos importante, podemos comer sardinas sin que después huela toda la casa a pescado.








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